Una tarde parisina de otoño, bajo la estática presencia de la Torre Eiffel, una pareja cruzaba sus miradas por primera vez. Desde el primer momento supieron que existía entre ellos una química única, una atracción irresistible a la cual ambos terminaron cediendo. Esa es la historia de amor de Pierre y Gilles, dos franceses que serían como cualquier otra pareja gay si no fueran la pareja de fotógrafos artísticos más famosa del mundo. Este dúo dinámico empezó a darse a conocer hace más de treinta años; en 1976 iniciaron su trabajo haciendo portadas para Façade y Rock &Folk, en donde tuvieron el privilegio de fotografiar a Andy Warhol e Yves Saint Laurent, entre otros famosos. Luego pasaron a la fotografía de portadas de discos, anuncios publicitarios y en los años ochenta dan su gran salto a las galerías. A partir de esta década, Pierre y Gilles deciden crear un estilo artístico en sus fotografías; digo crear, ya que Pierre tomaba la foto y Gilles se dedicaba a pintarla a mano, retocarla y elaborar marcos; en suma, a convertir la fotografía en pintura.
En las foto-pinturas de Pierre y Gilles los escenarios son construidos; todo está bajo un estricto control, lo que implica que hasta la más nimia mancha en una fotografía tiene una razón de ser. La atmósfera recreada en estas fotografías evoca un mundo en el que no hay fealdad, no hay horror; el mundo de Pierre y Gilles es bello estéticamente y también abiertamente gay. La sexualidad masculina y femenina son temas recurrentes en las más de 800 fotografías del portafolio de esta pareja; hombres desnudos besándose, marineros homosexuales coqueteando, transexuales, divas decadentes, sensuales mujeres y lo más escandaloso para los conservadores: santos de la religión católica personificados por modelos gay en poses y actitudes sumamente eróticas. De esta serie, dos de los más controversiales son el Jesus d’amour y el Saint Sèbastien, imágenes que subvierten lo religioso en una estética pop, enmarcada en el ámbito homosexual.
Pierre y Gilles son polémicos, transgresores, pero ellos no lo consideran así. En lo kitsch y hasta cursi de sus fotografías hay un clamor por la tolerancia en una sociedad hipócrita y de doble moral. No solamente por la aceptación de la homosexualidad, sino también por la tolerancia a la diferencia religiosa; claro ejemplo de esto es la fotografía de dos hombres besándose, uno de ellos luciendo un turbante musulmán en la cabeza. Una bofetada para los musulmanes y para los conservadores del mundo occidental; para otros, una celebración de la homosexualidad, de la diversidad cultural y religiosa. Por supuesto, el “tierrero” que se armó fue de grandes proporciones, pero ni a Pierre ni a Gilles pareció importarles eso. Es más, creo que lo disfrutan, pues la polémica es lo que les ha dado fama y lo que ha llevado a famosos como Michael Jackson (en su época de esplendor, claro) a pedirles que los fotografíen. Sin embargo, el excéntrico cantante no contaba con el rechazo de los artistas, quienes se excusaron en la complejidad del trabajo que requería retocar y pintar a mano las más de 70 fotos que Jackson deseaba para alimentar su ego de Peter Pan. Pierre y Gilles escogen a quienes fotografiar; entre su lista V.I.P figuran personajes como Marilyn Manson, Madonna, Kylie Minogue, Nina Häagen, Naomi Campell y el diseñador de modas Jean Paul Gaultier.
A pesar de que la estética de Pierre y Gilles a veces raya en lo chillón y en lo extremadamente cursi, es innegable el valor de su obra, más aún teniendo en cuenta que todo es absolutamente analógico y artesanal. La pareja se resiste a la tentación de la fotografía digital y de la “magia” de Photoshop, en momentos en que esta es la tendencia que impera. Habrá que esperar a que pasen algunos años para ver si estos artistas sobreviven en un entorno altamente digitalizado y además, si su estética se agota porque como dicen por ahí, hasta lo bueno cansa.